Ardo se ela arde, o peso do fogo – por MARÍA GIL MARTÍNEZ
Caminábamos al ritmo que marcaban los tambores. Despacio, descalzas, desposeídas. Habitantes sólo de nosotras mismas. Una procesión de mujeres monte arriba. Los pies empapados, la frente erguida. Cirios en las manos con la llama prendida. Un rosario de palabras murmuradas que nadie entendía. Éramos muchas. Éramos todas. Eran nuestras ancianas y también nuestras niñas. Con